6 Tu sierva tiene dos hijos. Se pelearon en el campo, no había quien
los separase y uno hirió al otro y le mató.
7 Y ahora se alza toda la familia contra tu sierva y dicen: “Entréganos
al asesino de su hermano: le haremos morir por la vida de su hermano, al
que mató, y haremos desaparecer también al heredero.” Así van a extinguir
el ascua que me queda y no dejarán a mi marido nombre ni superviviente en
la tierra.»
8 El rey dijo a la mujer: «Vete a tu casa que yo daré órdenes sobre tu
asunto.»
9 Pero la mujer de Técoa dijo al rey: «Caiga, oh rey mi señor, la culpa
sobre mí y sobre la casa de mi padre y queden inocentes el rey y su trono.»
10 El rey dijo: «Si alguno todavía te dice algo, hazle venir y no
te
molestará más.»
11 Replicó ella: «Que el rey mencione, por favor, a Yahveh, tu Dios,
para que el vengador de sangre no aumente la ruina y no extermine
a mi
hijo.» El dijo: «Vive Yahveh, que no caerá en tierra ni un cabello
de tu
hijo.»
12 La mujer dijo: «Te suplico que tu sierva pueda decir a mi señor el
rey una palabra.» Dijo: «Habla».
13 Respondió la mujer: «¿Por qué has tenido tal pensamiento contra el
pueblo de Dios y se hace el rey culpable diciendo que no vuelva
más su
desterrado?
14 Todos hemos de morir; como el agua que se derrama en tierra no se
vuelva a recoger, así Dios no vuelve a conceder la vida. Que el rey elija
medios para que el proscrito no siga alejado de él.
15 «Así pues, si tu sierva ha venido para hablar a mi señor el rey estas
cosas, es porque me han metido miedo y tu sierva se ha dicho: Hablaré al
rey y acaso el rey cumpla la palabra de su esclava,
16 pues el rey me escuchará y librará a su esclava de la ira del hombre
que quiere exterminarme, a mí juntamente con mi hijo, de la heredad
de
Dios.
17 Tu sierva dice: Que la palabra de mi señor el rey traiga la paz, pues
mi señor el rey es como el Ángel de Dios para discernir el bien y el mal. Y
que Yahveh tu Dios sea contigo.»
18 El rey respondió a la mujer y dijo: «No me oculte nada de lo que
voy a preguntarte.» La mujer dijo: «Habla, oh rey, mi señor.»
19 Dijo el rey: «¿No anda contigo la mano de Joab en todo esto?»
Respondió la mujer: «Por tu vida, oh rey mi señor, que no se desvía ni a la
derecha ni a la izquierda nada de lo que el rey mi señor dice. Tu siervo Joab
me ha mandado y ha puesto en la boca de tu sierva todas estas palabras.
20 Para abordar con rodeos el tema hizo esto tu siervo Joab. Pero mi
señor es prudente como el Ángel de Dios y sabe todo cuanto sucede en la
tierra.»
21 Entonces el rey dijo a Joab: «Mira, he decidido el asunto. Anda y
haz que regrese el joven Absalón.»
22 Cayó Joab sobre su rostro en tierra y postrándose bendijo al rey.
Joab dijo: «Hoy ha conocido tu siervo que ha hallado gracia a tus ojos, oh
rey mi señor, pues ha cumplido el rey el deseo de su siervo.»
23 Levantóse Joab, fue a Guesur y llevó a Absalón a Jerusalén.
24 Pero el rey dijo: «Que se retire a su casa, pues no ha de ver
mi
rostro.» Y Absalón se retiró a su casa sin ver el rostro del rey.
25 No había en todo Israel un hombre tan apuesto como Absalón, ni
tan celebrado; de la planta de los pies hasta la coronilla de la
cabeza no
había en él defecto.
26 Cuando se cortaba el pelo - y se lo cortaba cada año; porque le
pesaba mucho y por eso se lo cortaba - pesaba el cabello de su
cabeza
doscientos siclos, peso real.